LOS
ÁRBOLES PARA LOS CELTAS
El eje de
la existencia según los celtas eran los árboles, para los druidas estos eran esenciales
a la hora de predecir el futuro. Protectores del espíritu y de la materia,
proporcionaban todos los elementos necesarios para sobrevivir en el bosque,
puesto que de sus ramas se extraía la leña que calentaba a los hombres en
invierno, y también la sombra que los protegía en verano. De su madera se construían
armas y viviendas, y se alimentaban gracias a su fruto. Algunos animales, como los
pájaros, se albergaban y protegían en el recoveco de su tronco.
La ciencia de
los druidas aseguraba que cada persona alberga un árbol dentro de sí: uno no
debe olvidar nunca sus raíces y, por mucho que levante los ojos al cielo y se
estire al máximo para alcanzarlo, de nada le servirá si despega los pies del
suelo, puesto que entonces se secará y morirá desarraigado. Por consiguiente,
el hombre debe alimentarse de la tierra para ser fructífero y provechoso, para
crecer y extenderse. Además debe tener paciencia, puesto que hay un momento
para cada cosa: uno para que caigan las hojas y otro para que rebroten sus
ramas. Tiempos cálidos, tiempos crudos… pero todos necesarios y únicos.
La naturaleza
entera forma parte del árbol: el agua fluye en su interior y sus raíces se
aferran a la tierra; el viento mece sus hojas y el fuego puede quemar sus
ramas; el sol permite que crezca, pero a su vez el árbol da sombra… No sólo une
todos los elementos, sino que los representa. Entre el suelo y el cielo, el
árbol liga al hombre con los dioses; el mundo subterráneo y secreto, con el más
elevado e inalcanzable. El árbol hunde sus raíces y estira sus ramas. Por eso,
es el centro de la existencia.
De hecho, el
horóscopo celta se inspira directamente en los árboles. Pero el Roble era el
árbol real y principal para los celtas, simbolizaba la fuerza de los héroes. Se
empleaba como combustible en la cremación del cuerpo de los reyes durante la
ceremonia sacra de su muerte. Florecía durante el solsticio de verano y era el
símbolo de la resistencia y el triunfo. “Duir”, roble, significa “puerta” en
irlandés.
El roble era
muy importante, la recolecta del muérdago de sus ramas se destinaba a los
rituales de los druidas.
El roble era
el dios-árbol y el muérdago representaba el espíritu de ese dios. De este modo,
se le consideraba el “regalo del cielo”. El ritual del roble se llevaba a cabo
el sexto día de la fase creciente lunar, en luna llena. Entonces, la asamblea
se reunía bajo el roble mientras el druida, encaramado a las ramas más altas,
elegía una porción de muérdago próxima al cielo. La tallaba con su hoz de oro y
la depositaba en un lienzo blanco.
Si la planta tomaba contacto con la impureza
del suelo, perdía inmediatamente su
valor mágico. Luego, a modo de celebración, se sacrificaban dos toros blancos
que no hubieran sido atados jamás.
Según los
celtas, los seres fantásticos vivían en el tronco de los robles más viejos. De
un roble caído brotaba la maleza en la que tenían que refugiarse los antiguos
habitantes del árbol muerto.
Como estaban disgustados por la pérdida del tronco
que los cobijaba, estos seres hacían regalos trampa a los caminantes. Por
ejemplo, esparcían hongos venenosos de aspecto tentador a sus alrededores, no
hay que olvidar que, para los celtas, las setas rojas estaban prohibidas.
Asimismo, también eran tabú muchos alimentos rojos, como las serbas o las
bayas. Los frutos rojos eran un alimento de los Dioses y los hombres no podían
tocarlos.
Fuente:
Magia Celta – Emerald O’Callaghan
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